Bienvenidos de nuevo, luciernaguillas. ¿Pasar una semana alejados de mi se ha convertido en un suplicio? Oh, no seáis tan aduladores. Engordándome el ego sólo conseguiréis que me hinche tanto, TANTO, que acabe explotando dentro de mi rincón oscuro, armando un buen jaleo. Y no me sienta bien la suciedad, para eso ya están los enanitos solterones de Blancanieves.

¿Tenéis ganas de saber sobre qué cuento hablaremos hoy? Ya me va saliendo el pelo, mis uñas se afilan rápidamente mientras encima de mi trasero brota una colita gatuna… Y siento… ohhh, sí, ya lo noto… vuelvo a hacerme pis…

Pero dejad que esta beldad de gatito salga a miccionar fuera, porque esta semana no habrá cajita de arena con cuentos a los que rociar. Y de haberla, el relato de hoy lo encontraríais en la librería, apartado de los demás. ¿Por qué? Espero que os preguntéis. Como sois, sabéis que responderé encantado. Y la respuesta es maravillosa; ni kilos de azúcar —de ése blanquito que soléis consumir, tratado con dulce cal viva para que pierda el color— conseguirían que brotara purpurina del relato, por su contenido macabro. Y ahora sí, ha llegado la hora de presentar a…

¡Tachán! ¿Lo conocéis? Seguro que alguno de vosotros ha oído sobre él. No obstante, antes de abordarlo me gustaría hablar un poco de su autor, mencionado en el capítulo anterior, un escritor francés llamado Charles Perrault (1628-1703).

Este simpático caballero nació en el seno de una familia burguesa acomodada, en la bella París. Estudió derecho y comenzó a trabajar como funcionario gubernamental. Tomó parte en la creación de la Academia de las ciencias, y en la restauración de la Academia de pintura. Con el paso del tiempo fue ascendiendo hasta ser de los primeros funcionarios reales. Durante la mayor parte de su vida adulta estuvo alejado de la fantasía, escribiendo odas, discursos, obras que halagaban el poder del rey, de los príncipes etc. No fue hasta los cincuenta y pico cuando escribió “Historias o cuentos del pasado”, más bien conocido por “Cuentos de mamá ganso”, debido a la ilustración de la portada. Siendo sinceros, fue un autor prolífico aunque han sido sus relatos fantásticos los que han llegado hasta nuestros días, encumbrando su nombre en lo más alto. Y sí, Perrault también recopiló relatos orales y algunos de los hermanos Grimm, adaptándolos a su época, aunque se sospecha que para el cuento que nos ocupa pudo inspirarse en varios personajes históricos. Sí, lo habéis leído bien. ¿He conseguido despertar vuestra curiosidad? Pues seguid leyendo un poco más…

Así que hechas ya las presentaciones, vayamos al tema que nos interesa, el cuento in situ.

 

Hace ya mucho tiempo vivía un hombre muy rico que despertaba las envidias y las habladurías de sus vecinos. Su barba era espesa, abundante y de color azul, un hecho que conseguía mitigar la curiosidad y despertar la desconfianza de todo el mundo. Cada vez que el caballero hacía una fiesta —de éstas a las que sólo hay que acudir para contemplar el lujo desmedido en cada rinconcito del salón— había un invitado especial que nunca lo dejaba tirado. Él mismo. ¿Porque digo esto? Os preguntaréis. Y la respuesta es muy simple, porque a parte de nuestro protagonista y su sombra, a la velada no acudía ni Dios.

El caso es que el señor de la barba extraña pronto siente la necesidad de los mimos de una buena esposa —inevitable— y comienza a buscar pretendientas. En la mayoría de las ocasiones las doncellas y las señoritas de bien lo rehúyen, siempre con la mirada clavada en cada pelo azul de su cara. Aunque las lenguas pueden ser maliciosas y lo cierto es que sería injusto decir que tan mala fama fuera solo por su vello facial. También se decía que el caballero ya había estado desposado varias veces, y que todas sus esposas desaparecían sin dejar rastro… Vamos, el prototipo de novio perfecto que todo padre desearía para sus hijas, ¿Verdad?

Va pasando el tiempo y nuestro señor barbudo escucha que una vecina suya tiene dos hijas jóvenes y bonitas, que aparte, también se hallan solteras y en edad casadera. El coktel de noticias resulta tan alentador que el caballero se viste con sus mejores galas y acude a casa de su esperada futura suegra.

La mujer y sus hijas lo reciben atentamente, al principio, hipnotizadas por la espesa barba de color que ha aparecido en el salón, aunque lo tratan con la más extrema cordialidad. Entonces el invitado le pide a la señora que le conceda a una de sus criaturas en matrimonio, mostrándose tan halagador que insta a la buena mujer para que sea ella quien escoja por él. Siempre me inclinaré a pensar que al briboncete le encantaron las dos mozas. Y añadiré que por fortuna, en esa casa no había ninguna hermana fea, creo hasta la madre debía tener su punto.

Al principio la buena señora no sabe qué decir y las dos jovencitas la miran con los ojos abiertos como platos. La madre sabe que si una de ellas se casa con él, será dueña de una gran fortuna, permitiéndoles el caro privilegio de bailar flamenco sobre las facturas y los problemas económicos. No obstante, a pesar de tan suculenta petición, no se siente con el corazón de escoger. Y para tensar un poco más la situación, sus hijas comienzan a tirarse la pelota del pretendiente —algo desesperadas, por puntualizar algo—, ya que ninguna lo quiere como marido ni como nada de nada.

Así que Barba Azul, que ya es un señor curtido, decide invitar a la familia entera y a sus amistades a pasar unos días en una de sus lujosas fincas en el campo.

Un ofrecimiento así de maravilloso consigue que la señora y las señoritas dejen de pensar en la barba del caballero, aceptando de inmediato la invitación. Ya tienen una excusa para ser testigos de toda aquella riqueza de la que tanto se rumoreaba. El poder de la curiosidad siempre conseguirá dejarme fascinado, es maravilloso, más cuando eso lo convierte en algo puramente diabólico…

Sí, ya sé que ha sonado rancio. Pero soy un ogro, ¿recordáis? Volvamos al relato.

Llega el deseado día y las pretendientas han juntado a casi toda la familia, incluyendo a los primos del pueblo. El señor barbudo los recibe a todos encantado de la vida, tal y como había prometido. Y de ese modo la fiesta da comienzo, ya que por fin acuden invitados reales a una de sus veladas, y ante semejante acontecimiento, la suerte del impopular está a punto de cambiar. Durante ocho largos días de lujo desenfrenado, de jornadas de juegos y bromas, de contarse secretos unos a otros, de abundantes risas y conversaciones en largos paseos por los esplendorosos jardines y terrazas de la finca, las hermanas dejan de mirar tan mal al caballero, incluso comienzan a ser capaces de distinguir los rasgos y el buen porte que hay detrás de tan atípica barba.

Después de estas mini vacaciones, al regresar a casa nuestro protagonista —es una lástima que esta semana no tenga un dulce bombonicto, pero que le vamos a hacer. La historia es como es— se casa con la hija menor de su buena vecina —y suegra—. La chica ya no le tiene miedo y piensa que es un partido inmejorable, aparte de que el galán, seguramente, consiguió encandilarla durante largas conversaciones con vistas a un glorioso día de primavera.

Y tras la boda, la feliz y recién pareja se marcha a vivir a uno de los mejores palacios del señor barbudo, que seguramente, espera con ansia la noche de nupcias.

Pasa el tiempo y la risueña esposa es completamente feliz. Su marido no está nada mal y se ha convertido en una persona muy rica. La vida le sonríe, hasta que un día Barba Azul le comunica que ha de partir en un viaje de trabajo, y le deja todas las llaves del castillo.

Entonces le dice:

“Aquí tienes las llaves de mi hogar. Éstas abren los guardamuebles donde guardo las vajillas de oro y de plata, las joyas y parte de mis riquezas. Y ésta es la llave maestra, abre todas las puertas”.

Pero entonces la muchacha advierte que hay otra llave sobre la que su marido no habla. Una de color azul. Y curiosa le pregunta:

“¿Y esta tan mona, que abre?”

Oh, la curiosidad. Es un rasgo que me encanta. El marido le contesta que esa llave abre una pequeña puerta de color azul, que hay en una parte del castillo. Y le hace una petición —aunque yo diría advertencia:

“Podrás entrar donde quieras, traer a todas las personas que desees como invitados a mi casa, a tus hermanos, a tus amigas, a quien desees. Recorred cada palmo del palacio y celebrad fiestas en mi ausencia, pasadlo muy bien. Pero bajo ninguna circunstancia abras la puerta que acabo de mencionarte, porque de hacerlo, toda mi furia se desataría sobre ti. Y ni tan siquiera Dios podría salvarte”.

La mujer queda enmudecida y decide no seguir indagando, aunque le promete que obedecerá, con el miedo introducido en el cuerpo. Uyyyy, preciosa; creo que tu esposo no está siendo lo que aparentaba.

Barba Azul se marcha y nuestra protagonista femenina aún sigue con el mensaje de su esposo en la cabeza. Y la amenaza había resultado más que evidente. Pero ahora estaba sola,  mientras obedeciera tan extraña petición nada podría sucederle.

Así que decide comenzar a hacerle caso por lo de pasárselo de miedo. Ni corta ni perezosa la señora del castillo manda a varios sirvientes para que vayan a avisar su hermana y a todas sus amigas, dando comienzo a una desenfrenada velada del marujeo. Y unas horas más tarde un aluvión de chiquillas chismosas, disfrazadas de adultas, acuden en masa al llamamiento. Todas habían sentido una curiosidad desmedida hacia aquel caballero, contenida por los rumores y el color de su barba. Pero aquel matrimonio lo cambiaba todo…

El castillo se ve invadido por un ataque de vestidos, berridos y zapatitos, que repiquetean provocando un sonido particular cuando, en tropel, corretean por cada corredor y habitación del castillo, desnudando sus entrañas. “¡Oh, que vajilla! ” grita una. “¡Pero mira que joyas! ” Lo hace otra. Incluso alguna se desmaya al ver el vestuario de la señora, tan repleto de vestidos que revienta su imaginación. Pobrecita, digo yo. ¿Tal vez le dio una sobredosis de sedas?

Cada vez que usan la llave maestra, el grupo descubre una nueva estancia, decorada con un lujo y un buen gusto excesivo: mármoles de carrara, decoraciones de ensueño compuestas por grandes espejos con marcos de oro y plata, muebles de maderas nobles y cortinas de telas exquisitas, esculturas traídas desde todos los confines del planeta, alfombras de la lejana y exótica Persia… El asombro las traspasa, junto a punzaditas de envidia. “¿Por qué ha escogido a esta?” se preguntan la mayoría. Barba Azul se transforma de repente en un hombre extremadamente codiciado. Así que a partir de ahora, lo llamaremos B.A (con pronunciación en inglés, BE EI), que suena a famoseo.

Nuestra protagonista no sale de su asombro, anonadada por cuanto posee. Va a vivir como una reina el resto de su vida. Pero —y en este cuento los hay muchos— sigue pensando en la llavecita que abre la puerta prohibida. “¿Pero si me prometió su riqueza, por qué no me deja ver todo cuanto tengo?” “¿Pero qué secretos me esconde mi esposo?” A ella la educaron para creer en el matrimonio, pero una visión tan idealizada que solo existe en los sueños bajo el influjo de Morpheo. Finalmente decide seguir disfrutando la velada y corretear como una loca chillona junto a sus amigas.

Pasa el rato hasta que alguien le pregunta por la puerta prohibida y ella, sin saber qué decir —supongo que prefiere quedarse la amenaza de su esposo para ella sola— evade el tema como puede. Y la verdad, el palacio está tan repleto de distracciones que apenas le cuesta logararlo. Pero su curiosidad ya arde como un volcán, así que decide investigar un poco. Deja en el piso superior a su hermana y a sus invitadas y baja sola hasta llegar a la puerta azul, que se halla en el fondo de una larga y oscura escalera. ¿No os parece un lugar ideal para dejar libre a la curiosidad? Es tétrico, oscuro y macabro, pero la determinación de la muchacha es tan férrea que desciende cada peldaño conteniendo el aliento. Cuando llega junta a la puerta duda. “¿Pero qué diablos hay detrás de esta condenada puerta?”

¡Toc toc! Abre, cariño. La curiosidad llama y es para ti.

Tras sopesarlo, nuestra querida jovencita decide que como es la mujer del dueño y señor de todo eso, ella también es propietaria de lo que hay en aquella estancia. Y en un matrimonio sano no se esconden secretos. Pero en el fondo sabe que se está auto convenciendo, ella quiere ver lo que hay al otro lado. Ya ha dejado de considerar que le pueden suceder cosas malas al desobedecer a su marido. Así que introduce la llave y la puerta se abre del todo. Da a una oscura habitación y huele raro, digo yo.

La señora entra y chof! Chof! Chof! El suelo está pegajoso y hace un ruido desagradable al caminar. En poco tiempo su vista se aclimata para ver mejor… Horrorizada contempla que el piso se halla cubierto de sangre coagulada y de las paredes cuelgan cadáveres de mujeres, alguna medio podrida ya, supongo, todas con una bonita sonrisa en la garganta y la cabeza casi cercenada. Y lo que es peor. Su instinto e intuición le hablan, haciéndole saber que son las difuntas mujeres de su amado esposo.

El miedo traspasa a la chica y le entran ganas de salir por patas de allí. Con los nervios tira la llave al suelo nada más sacarla de la cerradura, la recoge y abandona la habitación, dejándola bien cerrada. Entonces sube a sus aposentos, completamente mareada y nerviosa, con unos sudores muy fríos resbalándole por la espalda.

Y yo pienso… ¿No te advirtió que bajo ningún concepto entraras en ese cuarto? ¿Por qué a los villanos no se les hace caso?

Toc! Toc! Cariño. Has abierto la puerta y la curiosidad te ha rociado de mier… excrementos.

Una vez en su habitación, la muchacha se da cuenta de que la llave se ha manchado de sangre y nerviosa intenta limpiarla. Pero resulta que está hechizada. Por más que frota, que la lava con agua, que raspa con arena o con todo lo que pilla los churretes rojos de amor vuelven a aparecer, mancillando de sangre todo cuanto toca. Ella llora desconsolada, recordando las palabras de su esposo y tal es su estado de nerviosismo, que el grupo de cotorras huye, después de haber pasado ya una inolvidable velada. Así que parten todas de regreso a sus casas, menos la hermana menor, que nota la histeria en nuestra protagonista.

Esa misma tarde B.A regresa sin avisar, alegando que a medio camino le llegaron noticias de que los asuntos que debía tratar se habían resuelto antes de tiempo. El matrimonio pasa su última noche con aparente normalidad, aunque ella finge bastante mal que celebra el regreso de su buen esposo.

Al día siguiente él le pide las llaves. Su amorcito se las da, con la mano temblorosa y el señor del castillo, que ya es un hombre curtido, comienza a hacerse una idea de lo que ha sucedido y además, advierte que una de las llaves brilla por su ausencia.

“¿Por qué la llavecita azul no se halla con las demás?”

Le pregunta.

“Me la habré dejado arriba”.

Le responde ella.
“Pues anda, ve a buscarla”.

Mareada perdida, nuestra joven amiga sube a sus aposentos y coge la llave, para volver junto a su marido. Y nada más dársela, la maldita comienza a sangrar, manchando el guante de B.A.

“¿Por qué tiene sangre esta llave?”
Inquiere el hombre, consiguiendo que ella responda que no lo sabe.

“Pues yo si lo sé. Has entrado en la habitación que te prohibí. ¡Y ahora ocuparás el sitio que te corresponde junto a las demás!»

La mujer se arrodilla a los pies de su esposo, implorando perdón por ser desobediente. Pero nada ablanda el duro corazón de B.A. 

“Vas a morir ahora mismo”
Le dice el barbudo a su esposa, con un brillo malicioso en los ojos. Entonces ella le hace una última petición. Hay dos versiones sobre esta parte del relato. Se sospecha que inicialmente, en el cuento original —y oral—, la joven le pide que la deje ponerse su vestido de novia, algo que posiblemente Charles Perrault cambió por ir a rezar, ya que la primera opción, en su época, se hubiera considerado como demasiado frívola. Pero nosotros ya no estamos en 1700, y adoro la frivolidad, por lo que me voy a decantar por…
“Déjame que antes de morir, me ponga mi precioso vestido de novia”.
El marido accede, dándole un cuarto de hora. Y la joven sube a su habitación, mandando llamar a su hermana, a la que explica con la mayor urgencia posible los acontecimientos y hace subir a la torre más alta del castillo. Mientras se va vistiendo, la acongojada señora le va preguntando, pues aún la suerte puede jugar una carta a su favor. Resulta que ese día han de ir a visitarlos los dos hermanos de las muchachas.

Me gustaría puntualizar que siempre me inclinaré a pensar que la torre debía estar cerca de las habitaciones, porque si no, vaya pedazo de sentido del oído.

“¿No ves venir a nadie?”

Pregunta nuestra protagonista a su hermana, llevándose una aterradora respuesta negativa. Mientras tanto, B.A espera a su mujer enfurecido en el piso de abajo, preparado con un gran y afilado cuchillo en la mano.

“¡Baja enseguida  o subiré a por ti!”

Le grita él. Ella pide unos segundos más.
“¿No ves venir a nadie?”
Pregunta a su hermana otra vez, volviendo a llevarse una respuesta negativa.

“¡Baja maldita mujer!”

Brama B.A. Nuestra protagonista ya está casi vestida y vuelve a preguntar.
Entonces la hermana le responde que ve una gran polvareda… Unos segundos más tarde añade que se trata de un rebaño de cabras.

“¡Ven ya!”
Insiste el esposo cruel. Entonces la chica vuelve a preguntar a su hermana, y por fin ésta le responde que ve a dos caballeros que van hacia allí. Y como no, los dos mozos son los hermanos de ambas. Nada más reconocerlos la chiquilla comienza a hacerles señales con todo lo que puede, para que acudan tan raudos como el viento.

Yo a esto que lo llamo una tensa y laaarga espera.

B.A, que ya no desea esperar más, grita tan fuerte que retumba por toda la casa. Y nuestra protagonista, que ya está vestida de novia, baja hacia su destino. Desesperada, se lanza de nuevo a los pies de su marido implorando perdón. Pero él no va a cambiar de opinión. La agarra del pelo, dejando que su cuello quede más tieso que las cuerdas de un arpa y acerca el cuchillo. Pero justo cuando va a dibujarle una bonita y roja sonrisa en el gaznate, llaman a la puerta con tanto ímpetu que el hombre se paraliza. Y de repente sus dos cuñados la abren a patadas e irrumpen en el castillo, espada en mano. Como uno de ellos es dragón, y el otro mosquetero, B.A suelta a su mujer como si fuera un saco de patatas e intenta huir. Aunque por desgracia, como suele suceder en estas historias, nuestro carismático villano de la semana no lo consigue y muere atravesado por las espadas de sus cuñados.

Y sí, el final de la historia ya lo podéis suponer. Como resulta que B.A no tenía hijos, toda su cuantiosa riqueza pasa directamente a ser propiedad de nuestra ahora viuda curiosa, que se encarga personalmente de casar a su hermana con un noble y compra títulos a sus dos salvadores. Y sí, tras un tiempo, ella también acaba desposada esta vez, con un guapo y sobre todo, buen hombre, bla bla bla.

Bien, este es el relato de Barba Azul. La moraleja del cuento habla sobre la «Curiosidad femenina», vista desde una perspectiva con mucho polvo y solera. Yo soy de los que piensan que la curiosidad no entiende se sexos y estoy seguro de algo:

Si el mister se casara con una señora de pelo azul —y con las mismas movidas que en el relato orginal— estoy bien seguro de que acabaría con los amigotes y unas cuantas birras curioseando qué diablos hay tras esa puerta. Y posiblemente, chillando como locos después de ver el funesto contenido de la sala. En fin.

Ahora solo puntualizaré algo que considero de interés, antes de dar por finalizada la sesión de la semana. Se le considera un cuento “extraño” por su contenido fantástico casi inexistente, que lo hace contrastar con otras obras del autor. Y eso se debe, principalmente, a que se sospecha que la historia pudo estar inspirada en varios personajes reales, aunque solo mencionaré a uno. Gilles de Rais (¿1405?-1440).

¿Quién fue este simpático caballero? Espero que os preguntéis. Pues se trata de un noble del siglo XV, también conocido por ser un histórico asesino en serie. Es reconocido por su espesa, oscura y característica barba. Este señor luchó junto a Juana de Arco, codo con codo. Tras la caída en la hoguera de la joven y el final de la guerra, él cayó bajo el influjo del ocultismo más oscuro. Mandaba secuestrar a niños y los sacrificaba, incluso llegó a pedírselos a los padres, engañándolos con promesas de un futuro mejor para sus vástagos. En eso se parece a una de mis diosas favoritas, la Bathory. Oh, que pedazo de… ehem, par de virtudes tenía esta princesa de las tinieblas…

Volviendo a este caballero, uno nunca sabe la de vueltas que puede dar la vida. Porque vaya giro, sí señor. De Juana de Arco a homicida sectario, todo un buen despiporre.

Bien, creo que ya es hora de despedirnos.

Ahora sacad vuestras próximas conclusiones, luciernaguillas. Espero que este cuento de hadas no os haya dejado indiferente.

Hasta el próximo Miércoles, amiguitos y amiguitas!!! Si os atrevéis…

BILIOGRAFÍA:

NOTA IMPORTANTE: Debido a un problema técnico perdí los datos de las fuentes que consulté en su momento para escribir esta sección. Además, algunas de ellas han desaparecido con el paso del tiempo. La red es así. No obstante adjunto varias que he vuelto a encontrar.

BARBA AZUL, WIKIPEDIA

WIKIA CUENTOS DE HADAS

BARBA AZUL, TRADUCCIÓN DE TEODORO BARÓ. BIBLIOTECA MIGUEL DE CERVANTES

LA VERDADERA HISTORIA DE BARBA AZUL

GILES DE RAIS, WIKIPEDIA

CHARLES PERRAULT, WIKIPEDIA

«Los dragones se originaron en Francia, por la mano de Charles de Cossé, mariscal de Brissac. En 1554 este militar formó las primeras compañías, que no comenzaron a organizarse en regimientos hasta 1635». 

INFORMACIÓN SACADA DE: CAMINO A ROCROI

Me llamo Ramón Márquez Ruiz y soy escritor, diseñador gráfico e ilustrador. Bienvenidos a Novelesco. Si deseas saber más cosas sobre mi, clica abajo. Muchas gracias por leerme ; )

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

He leído y acepto la política de privacidad

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Entre sus funciones están la de analizar el tráfico web e implementar las redes sociales. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies
error: Content is protected !!
Share This